El fracaso llamado Puigdemont

Carles Puigdemont es un perdedor. Fracasó en los estudios, fracasó en el amor y fracasó en su profesión. Es un personaje histriónico, no histórico, temeroso de sí mismo. Como muchos fracasados no es tonto. Porque es consciente que un nuevo fracaso, en este caso en la política, sería su completa destrucción personal. Sería su volver a empezar. Una vuelta a sus 'viajes" de principios de los noventa, pero con casi 30 años más. Algo insalvable para un individuo con su carácter.

Sólo un perfil enfermo puede trabajar desde la inconsciencia total. Rodeado de un equipo de cobardes, como su Govern, cree el perdedor que alguien va a echarle un cable cuando sea necesario. También en eso se equivoca. Ni su cuasi tocayo Santi Vila, más pendiente ya de colocarse en un hipotético nuevo reto autonomista, está por la labor. La verdad más de un miembro del Govern, en privado, duda de las capacidades reales del president.

Mientras Oriol Junqueras juega a lo que sabe: tirar la pelota y esconder la mano. Lo que Carles Puigdemont cree es un cortejo a una boda, es realmente una tocata de funeral. Como un niño con zapatos nuevos el president se satisface por verse acompañado en las entrevistas de Tv3. Tanto miedo tiene al escenario que es incapaz de gestionar una salida individual. Se vio en Badalona donde sus piernas temblaban ante una sonora pitada.

El personaje sólo quiere aduladores. Profesionales del francés político en su corte, y ahora también en los medios de comunicación. Aprobar la Ley que sólo otorga subvenciones a los medios afines no es grave. Lo grave, peligroso, putrefacto, propio de dictadores es pensarla. Aunque más grave aún es creer que los medios para vivir requieren del dinero publico. Algunos entendemos que Puigdemont mamador del dinero público, cree es la única forma de gestionar una empresa de comunicación.

No crean pero que Puigdemont es el culpable de todos los males. Total fue elegido como el tonto útil del proceso. Con un gran problema que su supuesto mentor, el listo y astuto del proceso Artur Mas, era realmente otro cobarde incapaz de defender con un mínimo de honor sus actuaciones. La historia leerá el juicio del 9n como la negación de la personalidad. Así cuando un cobarde elige a otro que cree es más cobarde, Cataluña tiene un problema. Y ese es tan básico como que un presidente tiene poder.

Eligieron al tonto útil para culminar el proceso. Pero se han encontrado que tenía menos capacidades de las pensadas, y que acumulaba una vida de fracasos. Tantos problemas de consideración personal, que hacen bien complicada su destitución. Sí, porque lectores, aunque no lo sepan más de uno y más de dos plantean que el president debiera ser sustituido por su incapacidad, y no sólo política.

El gran problema es como hacerlo sin que nadie se de cuenta. Ya me dirán como se justificaría ante el electorado haber proclamado a dedo a un presidente cuya máxima es la nada. Un personaje oscuro cuya capacidad era tan escasa que hasta el momento de ser nominado disponía casi del peor despacho del Parlament, en los bajos al lado de los lavabos. Ni los suyos, que ahora le vitorean, querían relacionarse con un individuo tan lastrado por la vida subvencionada y sus devaneos de toda índole.

Ese es Puigdemont, y ese es el Govern que lo aguanta, aunque muchos a su espalda admitan que en este escenario el peor presidente es alguien inestable. Ya era dudoso Artur Mas por su pasado, pero la perspectiva que arroja el actual por su presente no es mucho mejor. Al final uno puede elegir bien o mal. Pero una simple y rápida visión a un Curriculum debería ser suficiente para no equivocarse. Aquí Artur Más tampoco lo acertó.

Y con ese patio afrontamos las semanas decisivas del proceso. La inteligencia nunca ha sido el arma favorita de los radicales. Sabemos que siempre deben imponer sus ideas por la fuerza. Adolecen de un mínimo de reflexión, y se caracterizan por el odio a todo aquello que se aleje de su pensamiento único.

A día de hoy con un electorado bajando por debajo del 50% e incluso del 40%, la única salida para Puigdemont es inmolarse delante del electorado, tirar para adelante con todo. A diferencia de Artur Mas que fue un cobarde pero supuestamente inteligente. Nuestro president es un personaje aún más inestable que apra su desgracia ni se le supone lo que pensábamos de Mas. Y ya saben cuando la inteligencia desaparece cualquier respuesta puede ser esperada. Por tanto, agárrense las próximas semanas que vendrán curvas.

Autor: Carles Enric López/GN