El todopoderoso Ministro Félix Bolaños ha acumulado graves errores desde que obtuvo una posición pública. Cuando llegó a la Moncloa, en ciertos círculos, le llamaban el #niñorata.
Nadie debería interpretar esa definición como peyorativa. En el mundo tecnológico, este término describe a adolescentes que pasan horas encerrados en sus habitaciones jugando videojuegos en línea con otros jugadores. Son reconocibles por sus gritos, insultos, malas prácticas y quejas constantes sobre el videojuego, tus acciones o cualquier cosa que puedan usar como excusa para justificar su mal rendimiento. Muchos de ustedes conocerán ejemplos.
El #niñorata, respaldado por su currículum y su lema de ser el número uno de su promoción, formó parte de un triunvirato, junto a Iván Redondo, encargado de la gestión de la comunicación y acción en tiempos de pandemia. Uno ordenaba, él explicaba y otro solucionaba sus problemas.
Sin embargo, un día se cansó de explicar, de ser un simple vasallo, y decidió que era hora de dar órdenes. El problema de los #niñosratas es que piensan que la vida es un juego. Entonces, despidió a Redondo y fue entronizado al lado de su mentor Sánchez Castejón. Le dieron atributos, pensó que era Dios, aunque simplemente era un mensajero. Pasó de un jefe que ordenaba, incluso en consenso, a un jefe que imponía sus órdenes.
La protección del triunvirato desapareció. Y sus errores evidentes, como el malentendido en su intento de asalto del Dos de Mayo, donde el equipo de Díaz Ayuso impidió al ministro Bolaños acceder a la tribuna del desfile, señalaron claramente que ya no era nadie. Había perdido a su triunvirato, había pasado de la adolescencia a la madurez olvidando ese toque de humildad que los juegos online eliminan en cada movimiento. Ya no era un cariñoso #niñorata.
En su afán de demostrar una madurez que no existe, ha vuelto a tropezar. Solo en su despacho, acompañado más por siervos que por profesionales, se le ocurrió elevar al estrellato a un ERC hundido cuando la referencia, la estrella del espectáculo, era Puigdemont. Un ser inestable, un personaje que no admite que lo ignoren.
Su error fue pensar que todo estaba bajo control y que nadie se quejaría. Su nuevo error demuestra que solo sirve para recibir órdenes y que necesita profesionales que le den instrucciones y solucionen sus problemas. Para su desgracia, está solo. De repente, ha vuelto al escenario de los videojuegos, donde sus amigos imaginarios están tan lejos que nadie puede salvarlo.
Bolaños vuelve a ser aquel #niñorata, seguramente encantador, pero en política, los encantos desaparecen con los graves errores. Esto ya no es un juego.
Autor: Carles Enric