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02-07-2019 | 22:45hs
•OPINIó

El cobarde Puigdemont vuelve

Como explicaba el siempre interesante Albert Soler hubo una época donde era fácil ver a Puigdemont en la barra de un bar musical

Cuando escribimos por primera vez sobre Carles Puigdemont, en el lejano enero del 2016, explicamos su falso currículum. Todas sus biografías, incluso las del Ajuntament de Girona, hablaban de su doble licenciatura en periodismo y filología catalana. El personaje, como acabo reconociendo en el Parlament de Catalunya, era simplemente, respetable por su parte, un bachiller. Aunque el bachiller no solo ha mentido en sus estudios.

Engañar sobre los estudios es fácil de documentar. Uno tiene el título o no lo tiene. Podríamos hartarnos de la cantidad de historias paralelas que desde aquel momento han surgido ya no solo por Cataluña sino por toda España. Fingir unos estudios que uno no tiene es aquel ejercicio de autoengaño basado en la poca autoestima que uno debe realizar cuando cree haber llegado a algo y tener los denominados 'pies de barro'. Carles Puigdemont no podía ser Director de la Casa de Cultura de Girona, hace casi 15 años, siendo un bachiller. Aunque su nombramiento fuera a dedo, había que articular unos estudios mínimos para un cargo tan público en la ciudad.

Sobre la vida de Puigdemont uno puede hacerse varias preguntas. No solo su extraña relación con los estudios. También sus extrañas relaciones con las mujeres. En todo caso, no hablaremos aquí de la 'dama del president' o de las historias confusas que corren por Girona sobre ella. Cada uno es libre de escribir, leer o pensar sobre los rumores siempre presentes en la vida privada de cualquier autoridad. A mí las relaciones personales de los políticos me interesan solo si afectan al personaje. Por eso, a veces, es más importante la no relación que la relación en sí.

Como explicaba el siempre interesante Albert Soler hubo una época donde era fácil ver a Puigdemont en la barra de un bar musical, el Boomerang sí mi memoria no me falla. Allí el ahora, ex president, pasaba su enésima depresión tras el abandono de su pareja. Como hemos explicado alguna vez era un tipo fácil y para ciertos sectores del Estado, claramente apetecible. El jefe de redacción del diario El Punt, en aquel momento, estaba muy bien conectado con las organizaciones radicales independentistas. No solo conocía sus actividades si no incluso era participe de algunos hechos. Siempre hay que indicar, a diferencia de lo señalado en el libro del infiltrado El Lobo, que Puigdemont nunca perteneció a ninguna banda armada. Menos a Terra Lliure. Ya era un cobarde entonces. Tampoco, seamos sinceros, había que ser muy valiente para pertenecer a semejante engendro terrorista, pero Puigdemont no valía ni para eso.

Su vida era la barra de bar. Y entre copa y copa, a unos meses de los JJOO, era una fuente inconsciente de las fuerzas de seguridad del Estado. Largaba tanto como bebía. Le gusta contar historias. Si uno le gusta alardear de los estudios que no tiene, imaginen la valentía para hablar de una organización terrorista a la que no pertenece. El autoengaño de querer ser el que nunca ha sido, se suma con fuerza, en un ejercicio de baja autoestima complaciente. Quiso ser licenciado y quería pertenecer, aunque fuera con la imaginación, a un banda que no le quería.

Puigdemont fue cobarde entonces. Cuando la operación Garzón fue activada descubrió que sus copas pagadas no eran por su encanto ni por su capacidad de seducir. Dudó y huyó. Hizo su primer Estrasburgo. Estar cerca de todo y escapar cuando le esperan. No huyó por miedo a ser detenido. Huyó por pánico a los detenidos. ¿Quién detiene a su fuente de información?. Se puede hablar mucho desde Cataluña de las Fuerzas de Seguridad del Estado, pero creo nadie, o pocos, las tienen por idiotas. Y en el lejano 1991 “Carlitos” era alguien a quien cuidar.

Su primera huida no solo fue un nuevo fracaso personal en su vida. Significo también un pequeño pinchazo en las fuentes de información del Estado. Un redactor jefe interesaba. Un simple periodista de comarcas – su nuevo destino -, depresivo, alejado del día a día, ya no valía para nada. La tendencia casi maniática a la exageración y la mentira, estudios y alardes privados, regadas con un ego participativo en actividades donde había que creer la mitad confundió en ciertos ambientes. Una fuente debe escucharse pero siempre interpretarse. No hay fuente que no exagere bien por ego bien por miedo. Y la fuente debe ser analizada y pulida. Puigdemont hablo, y mucho, pero no todo era cierto ni valido.

Gente como Carles Puigdemont no viven su vida si no viven la vida que quieren explicar. Un día fue licenciado, no una sino en dos carreras, otro día, decía – a diferencia del Coronel, sí tenía alguien que sí le quería escuchar - era parte activa de una Organización Armada, más tarde President de la Generalitat, quizás su única verdad, y ahora dice ser exiliado. Cuando desde la mentira uno llega a disponer del máximo poder de un territorio algo falla. Seguramente porque no hablamos de un acto personal sino de una Organización peligrosa con un fin espurio. La cobardía de Puigdemont, al final, ha sido siempre su máximo enemigo. Curiosamente la única vez que no se escondió fue Presidente. Él debería reflexionar, leer la columna - sabemos que lo hará -, y pensar que solo entregándose tendrá la última oportunidad de vivir su vida. Quiere ser un héroe, pero ahora mismo es solo un cobarde. Un cobarde con historia pasada de cobarde. Y el cobarde, la última en Estrasburgo, debe decidir como quiere pasar a la historia.




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https://gironanoticies.com/noticia/93602_elcobardepuigdemontvuelve-2.htm