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El independentismo hace bandera de una votación que fue prohibida por el TC, y que no cumplía ningún requisito democrático
El pasado 12 de octubre, la Guardia Civil entregó a la Audiencia Nacional grabaciones para demostrar que los resultados del 1-O fueron manipulados. De hecho, el mismo día del referéndum ilegal se comprobó que el sistema de votación no cumplía con los parámetros usados en cualquier votación democrática. Pero la prueba definitiva llegó durante el Día de la Hispanidad: una conversación telefónica entre Joan Manuel Tresserras y Francesc Sutrias, el director de Patrimonio de la Generalitat. En dicha grabación, Tresserras, exconseller de Cultura durante el mandato de José Montilla, aseguraba que “si van 2 millones se tiene que decir que habrían sido 3, pero nos boicotearon”. Unas declaraciones que efectivamente confirmarían que los resultados del 1-O no tenían ninguna validez, ya que fueron manipulados de antemano.
Cinco días después del 1-O, el Govern anunció que 2.286.217 personas (43% del censo) participaron en la votación suspendida por el TC. Entre ellas, el 90’18% votaron a favor de la independencia y sólo un 1’98% manifestaron su negativa. Unas cifras que obviamente no se ajustan a la realidad. No obstante, desde el sector independentista hay la voluntad de usar la carta del 1-O como si fuera su salvación. Las encuestas son favorables a ERC, pero su distancia con Ciudadanos cada vez es más corta. Una de las razones, aparte de la frustración de la gente pro-independencia, es la falta de credibilidad de su gran candidata: Marta Rovira. La secretaria general de ERC se llenó de gloria con aquellas desafortunadas declaraciones sobre “los muertos en las calles” y además, algunos medios la señalan, junto al empresario Oriol Cases, como una de las máximas responsables del 1-O y por lo tanto, de uno de los mayores fraudes democráticos de la historia de España.
