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Aquellos que explicábamos historias sobre Cataluña echamos unas risas hace casi una decena de años cuando escribimos sobre “la empresaria catalana”
Con los años hay movimientos en política que lejos de sorprender se convierten en unas meras representaciones adolescentes de gente con necesidad altiva de ser reconocido. Podríamos llamarles los políticos Instagram. Personajes, de medio pelo, que deben inventar su vida para intentar no pasar desapercibidos por su escasa talla moral e intelectual. Un caso evidente en el Congreso es Míriam Nogueras.
Aquellos que explicábamos historias sobre Cataluña echamos unas risas hace casi una decena de años cuando escribimos sobre “la empresaria catalana”. Alardeaba de esa posición cuando apenas tenía, según sus declaraciones de bienes, apenas 150 euros en acciones de una pequeña SL. En aquel momento el independentismo necesitaba de forma habida incrementar sus miembros con aportes a la causa.
Ningún empresario serio creía en un proyecto de 4 familias, fuera de ellas claro, y pensaron que manipulando las palabras, algunos caerían presos del calor del momento. La verdad aquella chirigota era tan patética que la adolescente escalo en el partido. Claro eran un grupo de intelectuales honradas. Imaginen otra diputada en Madrid de aquella época, Laura Borras, está en un juicio que la llevará a la cárcel por corrupción.
Y esa noticia judicial ensucia a un partido que ya nació sucio. Había que inventar alguna cortina de humo para esconderlo. Que mejor que un pensamiento en cualquier restaurante de Madrid, pagado por todos nosotros, de una adolescente que nunca tuvo su lugar en la vida y que en la política acaba siendo un personaje de tercera. Algunos recordamos todavía la humillación que le dio el presidente Sánchez hace una semana en la sesión de control. Las banderas son un símbolo constitucional. Pueden gustarte o no, pero jamás pueden servir para hacer bromas adolescentes. Los de Instagram a redes. A política deben ir, algunos pensamos, menos adolescentes y más profesionales reales.